La Psicología clínica forma parte del área de trabajo del Gabinete de CEAP, donde ofrecemos asesoramiento y tratamiento en los trastornos psicológicos más frecuentes en la infancia y adolescencia. Como pueden ser los que a continuación se detallan.
Conscientes de que la sociedad actual es compleja y manteniendo el interés por adaptarnos a la situación de las familias, CEAP ofrece a los padres la posibilidad de mejorar sus habilidades para conseguir mayor autonomía y responsabilidad en sus hijos como parte de la Psicología clínica.
Cuando aparece una demanda de consulta por un trastorno alimenticio, desde el Gabinete de Psicología clínica del centro, se valora la posibilidad de intervenir. Si el tipo de problemática excede nuestro ámbito de actuación, se asesorará a las familiar derivando a los profesionales convenientes.
Los trastornos de la ingestión y de la conducta alimentaria se caracterizan por alteraciones persistentes en la alimentación y la ingestión propiamente dichas.
Los trastornos específicos son:
Pica: Ingestión persistente de sustancias no nutritivas durante un periodo mínimo de 1 mes. Esta ingesta de sustancias no nutritivas es inapropiada para el nivel de desarrollo y no forma parte de prácticas sancionadas culturalmente. Se asocia frecuentemente a un retraso mental. Aunque no suele diagnosticarse, no es raro entre los niños preescolares, pero no se tienen datos sobre la prevalencia.
Trastorno de Rumiación: Regurgitaciones y nuevas masticaciones repetidas de alimento durante un periodo de por lo menos un mes después de un periodo de funcionamiento normal. Aparecen en la boca alimentos parcialmente digeridos sin que se asocien a ellos náuseas, arcadas, disgusto o alguna enfermedad gastrointestinal o médica, pero puede acarrear malnutrición o pérdida de peso. Este comportamiento no se debe asociar a una enfermedad gastrointestinal ni a otra enfermedad médica relacionada; aunque con frecuencia está asociado a diversos problemas psicosociales como falta de estimulación, abandono, situaciones vitales estresantes o problemas graves en las relaciones paterno-filiales. Es un trastorno muy poco frecuente; puede aparecer en el contexto de ciertos retrasos del desarrollo; la edad de inicio se sitúa entre los 3 y los 12 meses de edad y en los niños suele remitir espontáneamente.
Trastorno de la ingestión alimentaria de la infancia o la niñez: Alteración de la alimentación manifestada por una dificultad persistente para comer adecuadamente, con incapacidad significativa para aumentar de peso o con pérdidas significativas de peso por lo menos durante 1 mes. Esta alteración no se debe a ninguna enfermedad gastrointestinal ni a otra enfermedad médica asociada. El inicio de la enfermedad, que es tan frecuente en niños como en niñas, es anterior a los 6 años de edad. Los niños que presentan este trastorno suelen ser especialmente irritables y difíciles de consolar durante las comidas; pueden parecer apáticos y retraídos.
Trastorno de la Conducta alimentaria: Anorexia y Bulimia nerviosa: Se caracterizan por un miedo desmesurado y obsesivo a engordar tanto en el presente como en el futuro. La necesidad de adelgazar se convierte en la base de todas las decisiones. La obsesión da lugar a distorsiones cognitivas respecto a la percepción del cuerpo y de la comida.Suele iniciarse en la pubertad-adolescencia, aunque la bulimia suele aparecer más tarde, entre los 16 y los 25 años. El problema afecta a la vida de las personas que lo sufren en todos sus ámbitos. Todos los trastornos de la conducta alimentaria poseen un factor psicopatológico común, la insatisfacción con el propio cuerpo. Tienen una prevalencia entre el 4 y 5% en la población de niños y adolescentes. Afecta mucho más a las mujeres aunque cabe destacar que parece haber una evolución hacia el aumento de este trastorno en los hombres y una bajada en la edad de aparición de la anorexia nerviosa.
1. Anorexia nerviosa.
Es un trastorno mental que consiste en una pérdida voluntaria de peso por un deseo obsesivo de adelgazar. Esta pérdida de peso se consigue a través de la reducción de la alimentación, el ejercicio físico excesivo, el uso de medicamentos y vómitos provocados. Si la anorexia se inicia en las primeras etapas de la adolescencia puede producir retraso en el crecimiento y en la aparición de la menarquía.
-Los factores psicológicos presentes en la anorexia nerviosa son:
- Distorsión de la imagen corporal.
- Distorsiones cognitivas cuerpo-comida (si huelo comida engordo, si me siento al lado de alguien gordo engordo yo, no podré salir a la calle gorda, todos se ríen de mí, etc.).
- Baja autoestima.
- Perfeccionismo y rigidez como factores de personalidad.
- Autoexigencia elevada.
- Inestabilidad emocional.
- Tendencia a las obsesiones y rituales.
- Sintomatología ansioso-depresiva.
- Baja conciencia de enfermedad.
-Los elementos conductuales presentes en el trastorno son:
- Disminución de cantidades de comida.
- Restricción en la ingesta: mentiras, excusas, tirar, esconder, manipular la comida.
- Agresividad y hostilidad frente a las comidas. Evitación de comidas familiares y sociales.
- Intento de controlar lo que se cocina y cómo se hace.
- Cambios en la elección de los tipos de alimentos.
- Conductas raras en las comidas: trocear, secar el aceite con un papel, variar el ritmo…
- Comentarios frecuentes sobre el tipo de comida y el cuerpo, aumento de las actividades relacionadas con la comida: cocinar para los demás, comprar, etc.
- Hiperactividad física, exceso de actividades laborales o académicas.
- Atracones y purgas.
-Los elementos sociales presentes en el trastorno son:
- Aislamiento social (evitación).
- Conflictividad familiar.
- Hipersensibilidad a la crítica.
- Dependencia de los demás.
- Egocentrismo. “La persona se hace cada vez más egocéntrica, consumiéndose emocionalmente entre sus miedos, obsesiones, rituales y consumiéndose físicamente en el transcurso de su progresiva malnutrición”.
-Los elementos clínicos presentes en el trastorno son:
- Pérdida de peso o no incremento.
- Vómitos.
- Alteraciones dentales y bucales.
- Alteraciones en sodio, potasio y magnesio.
- Disminución de la hormona tiroides.
- Alopecia.
- Piel seca.
- Pérdida del tejido adiposo.
- Bradicardia.
- Poliuria (exceso de orina).
- Anemia.
- Trombocitopenia.
- Hipercolesterolemia.
- Amenorrea primaria o secundaria.
- Exceso de sudoración en manos y pies.
- Uñas frágiles.
El pronóstico de la anorexia nerviosa es malo en un 20% de los casos, un 50% tiene una recuperación completa y un 30% presentará un curso crónico.
2. Bulimia nerviosa:
Es un trastorno mental que se caracteriza por la voracidad a la hora de comer, el pánico a engordar y la preocupación excesiva por los alimentos con un deseo irresistible e incontrolado de comer. Con frecuencia están presentes los vómitos autoprovocados, el abuso de laxantes o periodos de ayuno. Se producen episodios seguidos de atracones de comida y conductas compensatorias como las descritas. Es un trastorno silencioso de forma que puede pasar desapercibido durante largo tiempo.
-Factores psicológicos asociados:
- Dificultad para el control de los impulsos.
- Baja autoestima.
- Baja tolerancia a la frustración. Labilidad emocional.
- Estado de ánimo disfórico (tristeza, ansiedad, cólera, aburrimiento).
- Sentimientos de culpa.
- Conductas autolesivas.
- Conciencia relativa de enfermedad.
- Rasgos de personalidad de tipo impulsivo, hostil y caótico.
-Factores conductuales:
- Caos alimentario.
- Ir al WC después de las comidas.
- Abuso de laxantes.
- Compulsión en las compras.
- Oscilaciones rápidas en el peso.
-Factores sociales:
- Conflictos y discusiones.
- Mentiras y manipulaciones.
- Dificultad para aceptar los límites familiares.
- Inconstancia en las relaciones sociales.
- Relaciones de dependencia.
- Problemas de integración social.
-Factores clínicos:
- Signo de Rusell (aparición de callos en los nudillos de las manos por el roce con los dientes al autoprovocarse el vómito).
- Alteraciones dentales y bucales.
- Hipertrofia de las glándulas salivales.
- Sofocación del rostro después del vómito.
- Letargia, convulsiones.
- Arritmia y alteración renal.
- Espasmos musculares.
- Alteraciones menstruales.
- Anemia.
El pronóstico de la bulimia nerviosa es generalmente malo. Entre el 30 y 80% de los afectados tienden a presentar nuevos episodios en su vida. A los 10 años de haberse recuperado el 40 % presenta algún síntoma y un 10 % no ha mejorado.
Comparamos anorexia y bulimia.
Diferencias:
ANOREXIA | BULIMIA |
Inicio a edad más temprana | Inicio más tardío |
Pocos antecedentes de obesidad previos | Mayores antecedentes de obesidad previos |
Más demacradas | Aspecto normal |
Variablemente impulsiva | Impulsivas |
Miedo de ser bulímica | Deseo de ser anoréxica |
Control de la comida | Descontrol de la comida |
Dieta restrictiva | Dieta variable |
No comen-ayuno | Tendencia a comer-vomitar |
Hiperactividad | Hipoactividad |
Amenorrea | Amenorrea en 50% de los casos |
Menor psicopatología | Mayor psicopatología asociada |
Menos conductas autolíticas | Mayores conductas autolíticas |
Pueden evolucionar a bulimia | Rara vez evolucionan a anorexia |
Similitudes:
- Miedo obsesivo e irracional frente a la posibilidad de ser obesas.
- Preocupación por el cuerpo, el peso y los alimentos.
Existen otros trastornos de la alimentación que han sido definidos en los últimos tiempos: se trata de la ortorexia y la vigorexia. El primero se manifiesta como una obsesión por la comida biológicamente pura. Consumen alimentos ecológicos y suprimen carnes, grasas y algunos grupos de alimentos. Existe una planificación al milímetro de la dieta diaria. El segundo, la vigorexia, afecta a los hombres que se desviven por conseguir un cuerpo cada vez más musculado. Para conseguirlo modifican la dieta, se entregan al gimnasio y consumen sustancias que aumenten la masa muscular.
El diagnóstico de este grupo de trastornos debe ser multidisciplinar (médico, psiquiátrico y psicológico).
El tratamiento, siempre personalizado, debe tener en cuenta la edad, el tiempo de enfermedad, la gravedad, los tratamientos previos, las posibilidades reales de contención familiar y la personalidad del paciente.
Resulta muy habitual que los padres se quejen de que sus hijos tienen problemas de sueño. Para comprender los trastornos del sueño en los niños y ayudar a los padres a decidir si el sueño de sus hijos es problemático resulta necesario comprender la variabilidad de lo que se considera un sueño normal en los niños.
Algunos problemas de sueño se asocian a problemas psicológicos o de comportamiento, pero muchos niños presentan problemas de sueño como consecuencia de un incorrecto aprendizaje del hábito de dormir. El tratamiento en este caso sigue un programa pautado para la adquisición del hábito, que forma parte del ámbito de la psicología clínica.
Los trastornos del sueño que no son consecuencia de la falta de hábitos son:
-El sonambulismo:
-Características clínicas:
- Presencia de episodios repetidos de levantarse de la cama durante el sueño y deambular; normalmente ocurre durante el primer tercio del sueño.
- Mirada fija y vacía sin respuesta a los intentos de comunicarse por parte de los demás, es muy difícil despertar al sonámbulo.
- No recuerda nada de lo sucedido.
- Cuando se despierta tras un episodio no existe alteración de la actividad mental ni del comportamiento.
-Las pesadillas:
-Características clínicas:
- Despertar de un sueño nocturno o de una siesta con recuerdos detallados y muy vividos que normalmente implican una amenaza para la supervivencia, seguridad o autoestima. El despertar puede tener lugar en cualquier momento del sueño, aunque generalmente ocurre durante la segunda mitad del mismo.
- Una vez despierto, rápidamente se encuentra orientado y alerta.
- Gran malestar en el niño.
-Los terrores nocturnos (que se consideran como trastornos del despertar y se relacionan con antecedentes familiares).
-Características clínicas:
- Presencia de episodios de despertar durante el sueño, que comienzan con un grito de pánico junto con una intensa ansiedad, excitación motriz, taquicardia, sudoración y otros tipos de actividad vegetativa.
- Se presentan durante el primer tercio del sueño y poseen una duración de uno a diez minutos.
- Relativa ausencia de respuesta frente a intentos por lograr despertarlo.
- El recuerdo es mínimo.
En muchos casos de terrores nocturnos y de sonambulismo puede que no se recomiende tratamiento ya que los episodios suelen desaparecer espontáneamente. En casos rebeldes se recomiendan diferentes métodos psicológicos como interrupción de la respuesta, control de contingencias, procedimientos instruccionales o procedimientos de reducción de la ansiedad.
En cuanto a las pesadillas, admitiendo una fuerte carga ansiosa como base de las pesadillas, los tratamientos se dirigen a la reducción de la misma.
Si necesitas mas información puedes recurrir a la siguiente página web:
Enseñar a los niños a no ensuciarse es una preocupación importante de los padres de niños en edad preescolar. Éstos pueden considerar que la adquisición de este aprendizaje es un hito evolutivo para el niño.
Actualmente, sin embargo, no se acude a consulta de psicología con la misma frecuencia que hace unos años por este tipo de problemas, puesto que la existencia de recursos como las braguitas/calzoncillos-pañal ha minimizado las consecuencias de la falta de control permitiéndole al niño retrasar esta adquisición.
Enuresis: La característica esencial de la enuresis es la emisión repetida de orina, durante el día o la noche, en la cama o en la ropa. En la mayor parte de los casos suele ser involuntaria, pero en ocasiones es intencionada. El diagnóstico de enuresis se establece cuando la emisión de orina se produce por lo menos dos veces por semana durante un mínimo de tres meses. Además el niño debe haber alcanzado la edad de 5 años, en la que es esperable la continencia.
Según la situación en la que ocurre la enuresis, encontramos tres tipos:
Sólo nocturna: es el subtipo más frecuente y se define como la emisión de orina sólo durante el sueño nocturno.
Sólo diurna: este subtipo se define como la emisión de orina sólo en las horas de vigilia. Podemos encontrar dos grupos: uno con “incontinencia por urgencia” con síntomas súbitos de urgencia, y otro grupo con “aplazamiento del vaciado” que difiere conscientemente la micción hasta que se produce la incontinencia.
Nocturna y diurna: combinación de los dos tipos anteriores.
La prevalencia de la enuresis se sitúa alrededor del 5-10% a los 5 años de edad; del 3-5% a los 10 años de edad y alrededor del 1% entre individuos de 15 años de edad en adelante.
Independientemente de los tipos, la enuresis puede ser primaria (cuando siempre ha habido incontinencia) o secundaria (cuando aparecen episodios después de lograr el control de esfínter).
El diagnóstico de la enuresis requiere una evaluación médica y psicológica. La primera tiene por objeto descartar la existencia de anomalías neurológicas o estructurales e incluye exploración física, estudio analítico de orina, estudio radiológico, etc. La evaluación psicológica llega cuando se han descartado problemas médicos. Mediante la misma se intentará obtener toda la información relevante que permita identificar los antecedentes y las consecuencias relacionadas con el problema, así como otras respuestas implicadas.
Los tratamientos actuales se agrupan en dos grandes categorías: tratamientos farmacológicos y tratamientos conductuales. Entre los primeros destacan, por la frecuencia de uso, los antidepresivos tricíclicos (imipramina), los anticolinérgicos (oxibutinina) y la desmopresina. Entre los conductuales, el tratamiento más representativo es el método de alarma, solo o en combinación con otros métodos conductuales como el entrenamiento en retención, la práctica positiva, el entrenamiento en limpieza o la administración de consecuencias positivas.
Encopresis: La característica principal de la encopresis es la emisión repetida de heces en lugares inadecuados (por ejemplo, la ropa o el suelo). En la mayor parte de los casos es involuntaria pero en ocasiones es intencionada.
Para incluir un diagnóstico de encopresis deben ocurrir por lo menos un episodio al mes durante al menos tres meses. La edad cronológica debe ser por lo menos de 4 años.
Se estima que alrededor del 1% de los niños de 5 años de edad presentan encopresis siendo más frecuente en hombres que en mujeres. Igual que la enuresis, la encopresis puede ser primaria o secundaria.
El diagnóstico de la encopresis precisa una evaluación médica y psicológica. Durante esta evaluación se obtiene toda la información relevante que permite clarificar el tipo de encopresis e identificar los factores relacionados con el origen y mantenimiento del problema, con el propósito final de diseñar el tratamiento más adecuado. La exploración médica incluye historia clinica, examen físico, analítica, radiología y otras técnicas. La exploración psicológica centra su foco de atención en averiguar si se han aprendido buenos hábitos y en determinar las condiciones sociales, ambientales y personales que pueden estar interfiriendo con su aprendizaje o con su mantenimiento. Para ello se utilizan entrevistas, registros de observación o escalas conductuales.
El tratamiento de la encopresis incluye una combinación de procedimientos médicos y conductuales. Los procedimientos médicos incorporan recomendaciones dietéticas, uso de laxantes, etc. Los procedimientos conductuales utilizan técnicas de refuerzo positivo, entrenamiento en hábitos, práctica positiva o sobrecorrección entre los más frecuentes.
Los trastornos emocionales más frecuentes en la población adulta son la ansiedad y la depresión.
En la población infantil resulta difícil llegar a un diagnóstico de este tipo de alteraciones del estado de ánimo. Lo más habitual será que el niño o adolescente con problemas emocionales manifieste síntomas de más de un trastorno. Así nos podemos encontrar con trastornos mixtos ansiedad – depresión.
Los niños y adolescentes que presentan estos trastornos suelen ser descritos como miedosos, retraídos, tímidos o preocupados, parecen ser muy desgraciados y les falta mucha confianza en sí mismos.
La ansiedad y la depresión comparten la presencia de un estado de ánimo muy alterado, sin embargo, podemos diferenciar cada uno de ellos.
Ansiedad
La ansiedad nos permite adaptarnos a las diferentes situaciones estresantes a las que debemos hacer frente a lo largo del día. Gracias a la ansiedad hemos sido capaces de pasar dos o tres noches sin dormir preparando un examen o hemos podido estar en un hospital acompañando a un enfermo durante un día o dos sin dormir y prácticamente sin comer con energías suficientes como para mantenernos a la expectativa. Hay ocasiones, sin embargo, en las que las respuestas de ansiedad no desempeñan una función adaptativa sino que se disparan de forma totalmente descontrolada y son causa de sufrimiento. Es en ese momento cuando hablamos de ansiedad patológica.
La ansiedad es un término que engloba la ocurrencia de diversos tipos o sistemas de respuesta: cognitiva, psicofisiológica y motora.
No es lo mismo ansiedad que miedo o fobia, aunque en ocasiones los síntomas pueden parecer similares; por eso conviene distinguirlos:
- Los miedos forman parte del desarrollo psicológico normal del niño y suelen ser transitorios.
- En cambio las fobias son miedos desproporcionados y de elevada intensidad, convirtiéndose en un comportamiento desadaptativo.
- La ansiedad es una respuesta que no parece tener relación con situaciones o estímulos antecedentes específicos, la reacción de ansiedad no es fácil de identificar por el sujeto y por un observador.
En general los trastornos de ansiedad son más frecuentes en niñas que en niños.
Las técnicas terapeúticas más utilizadas en el tratamiento de los trastornos de ansiedad son:
- Relajación.
- Técnicas de exposición: el niño se expone real o imaginariamente al estímulo temido (exposición, desensibilización sistemática, inundación, exposición y prevención de respuesta).
- Técnicas de modelado (observación de un modelo).
- Práctica reforzada.
- Aproximaciones sucesivas.
- Técnicas cognitivas (autoinstrucciones, terapia racional-emotiva, entrenamiento en solución de problemas, reestructuración cognitiva).
- Terapia de juego: para los más pequeños.
Depresión:
En el uso diario, por el término depresión se entiende la experiencia de un estado de ánimo generalizado de infelicidad. Las descripciones de niños y adolescentes que se consideran depresivos sugieren que éstos presentan además otros problemas. Suele observarse una pérdida de la experiencia de placer, retraimiento social, baja autoestima, incapacidad para concentrarse, trabajos escolares insuficientes, alteraciones de las funciones biológicas y síntomas somáticos.
Hasta hace poco tiempo la depresión en niños y adolescentes no había recibido demasiada atención. Sin embargo el interés ha ido en aumento de una forma muy clara. Los adelantos producidos en la identificación y el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo en los adultos han desempeñado un papel importante, así como las mejoras en las prácticas de diagnóstico facilitando la aplicación de los criterios de diagnóstico a niños y adolescentes.
En niños y adolescentes oscila entre el 2 y el 5%. En poblaciones clínicas, las estimaciones suelen fluctuar entre el 10 y el 20%.
Si bien ha habido un amplio consenso en cuanto a que los niños pueden experimentar tristeza, también hay una gran variedad de opiniones con respecto a que los niños y adolescentes pueden o no experimentar toda la gama de atributos afectivos, somáticos, cognitivos y de conducta que caracterizan la depresión mayor de los adultos. Así pues, ¿cómo puede describirse y clasificarse con fines científicos la depresión en los niños y adolescentes?
Se ha sugerido que es imposible distinguir entre el fenómeno (síntoma) de depresión y el síndrome (o trastorno). Por síntoma de depresión se entiende la experiencia de tristeza, la pérdida de interés o de placer y la falta de capacidad de respuesta. La existencia de síntomas no implica que exista ninguna enfermedad. Por el contrario, se ha sugerido que el concepto de trastorno depresivo se reserve para la noción de depresión como síndrome, entendiéndose como grupo de atributos que con toda probabilidad se dan de forma conjunta. El síndrome consiste en la presencia de síntomas de un estado negativo que van acompañados de ciertos problemas somáticos, cognitivos y de conducta.
A partir de la aparición de los sistemas de clasificación (DSM) se han ido aplicando los criterios para adultos a los trastornos del estado de ánimo en niños y adolescentes. Por tanto no existen categorías de diagnóstico separadas para la población infantil y adolescente. A pesar de todo se reconoce la posibilidad de que se manifiesten distintos síntomas en función de la edad.
Evaluación:
La creación de instrumentos de evaluación ha contribuido considerablemente al aumento de la atención prestada a la depresión en el niño y el adolescente. Las herramientas más utilizadas incluyen entrevistas clínicas, autoinformes y escalas de conducta. Se recoge información de otros como profesores, familiares o compañeros.
Tratamiento:
Se sabe poco del tratamiento de la depresión en niños comparado con las intervenciones en adultos.
Los tratamientos mas valorados han sido los farmacológicos y la terapia psicológica cognitivo-conductual.
- Tratamiento farmacológico: la prescripción médica de antidepresivos en la infancia sigue siendo una cuestión polémica ya que la eficacia y seguridad de los mismos no está del todo clara. Sin embargo se utilizan mucho dada su eficacia en la población adulta. Los de mayor uso son: los antidepresivos triciclícos (imipramina, amitriptilina, nortriptilina, desipramina). También se ha utilizado la fluoxetina brupopión.
- Terapias psicológicas: las intervenciones indicadas para niños se han basado en una extensión adaptada de las intervenciones utilizadas con los adultos. En la actualidad ya se contemplan terapias que tienen en cuenta la peculiaridad de la población infantil y adolescente. Contemplando estas variables, los tratamientos derivados de perspectivas conductuales y cognitivo-conductuales que aborden los aspectos interpersonales y familiares de la depresión en el niño y adolescente son muy prometedores.
El trastorno disocial se puede definir como un conjunto de patrones de conducta antisociales manifestados por los niños o adolescentes que provocan un deterioro significativo en el funcionamiento cotidiano en casa y en la escuela. O bien las conductas se consideran como inmanejables por las personas significativas del entorno del sujeto.
Conductas antisociales: El término “conductas antisociales” se utiliza para referirse a cualquier conducta que refleja la violación de las reglas sociales y/o actos contra los demás. Normalmente incluyen comportamientos como la agresión, el robo, prender fuego, mentir, vandalismo y/o escaparse.
De todos los problemas diagnosticados en la infancia, los comportamientos antisociales como los encontrados en los niños con trastorno disocial, provocan la mayor preocupación de quienes los rodean. Debido a la gravedad de esas conductas, es primordial no sólo identificar a los niños con riesgo de padecer este trastorno, sino también la búsqueda de protocolos eficaces de tratamiento.
La prevalencia estimada es del 4 al 10% de la población infantil y se diagnostica más frecuentemente en varones.
En la evaluación del trastorno se utilizan entrevistas clínicas, autoinformes, tests de inteligencia, evaluaciones funcionales de las interacciones y registros de la comunidad como informes médicos, judiciales, policiales o psiquiátricos.
El tratamiento del trastorno es multidisciplinar. La terapia psicológica de carácter conductual ha sido la elegida en una inmensa mayoría de casos. Las líneas de intervención deben incluir programas de entrenamiento a padres y a nivel preventivo es importante identificar y abordar los problemas en los primeros estadios del desarrollo.
Las conductas de oposición, desobedientes y desafiantes se encuentran frecuentemente en niños asociadas con el curso de desarrollo normal. Sin embargo, para que puedan definirse como un trastorno, estas conductas deben manifestarse como un patrón recurrente y mantenido en el tiempo, donde la frecuencia de las conductas debe ser más elevada de lo esperado por edad. Conductas que se incluyen:
- Perder los estribos.
- Discutir con los adultos.
- Desafiar o rehusar acatar, de forma activa, las peticiones o reglas de los adultos.
- Hacer cosas, de forma deliberada, que molesten a los demás.
- Culpar a los demás por errores o conducta inadecuada.
- Ser muy susceptible o fácilmente irritable ante los demás.
- Ser rencoroso y vengativo.
La mayoría de niños con este trastorno tienen un diagnóstico comórbido de TDAH. Es también habitual encontrar trastornos de la comunicación y el aprendizaje como condiciones asociadas.
La evaluación del trastorno incluye al niño, a sus padres y a entornos relevantes como la escuela. Se utilizan entrevistas clínicas y conductuales, análisis conductuales, autoinformes, escalas de conducta, etc. La finalidad está en conseguir aislar las variables que inician y mantienen las conductas, también poder valorar la gravedad de las mismas, así como los factores de riesgo y protección presentes que son claves para llegar a un pronóstico.
El tratamiento de elección incluye estrategias conductuales y cognitivas (sobre todo el entrenamiento en habilidades sociales) y el entrenamiento a padres. La colaboración padres-escuela es imprescindible.
En CEAP tenemos la firme convicción de que los padres tienen una gran influencia en el comportamiento de los hijos. También pensamos que este comportamiento es aprendido y puede modificarse. Partiendo pues de esta idea central, cuando una familia acude buscando ayuda, el plan de trabajo incluye, en la mayoría de los casos, el entrenamiento a los padres en el manejo de la conducta.
Escuela de padres:
El programa incluye los siguientes aspectos, adaptando siempre las técnicas y el lenguaje a la edad del niño o adolescente con el que estos deberán tratar.
- Cómo definir, observar y medir un comportamiento.
- Estudiar el efecto de los antecedentes y consecuentes de la conducta.
- Aprender a realizar gráficos de conducta.
- Cómo utilizar las consecuencias para cambiar una conducta.
- Técnicas para incrementar, reducir o modificar conductas.
- Técnicas cognitivo-conductuales de solución de problemas.
- Trabajar las emociones.
Al finalizar el programa los padres han aprendido a utilizar una serie de técnicas que pueden adaptar a las situaciones que van apareciendo a lo largo del desarrollo de sus hijos.